Hace días que vengo haciéndome esta pregunta. No recuerdo bien cuando fue que caí en cuenta de que había dejado de ser quien era. O sea, dejé de reconocerme!
Creo que no fue algo que pasó de la noche a la mañana (darme cuenta de que ya no soy quien era antes), sino que poco a poco he ido cayendo en cuenta, por hechos, situaciones o actitudes, que ya no soy la misma persona. No me reconozco, pero a la vez no logro identificar exactamente qué es lo que ha cambiado.
Creo que para quien me ve de afuera o a simple vista, soy la misma persona: acelerada, hablantina, voluntariosa, opinionated, etcétera; pero yo por el contrario, me describiría totalmente diferente. Yo me siento rota, insegura, tímida, incompleta, miedosa, frágil. Me cuesta relacionarme con la gente, me da miedo estar sin mi esposo en cualquier lugar, me siento juzgada y analizada a cada paso que doy.
Por otro lado, siento que lo que aflora de mi es toda mi parte negativa; todos estos sentimientos feos que uno no está supuesto a tener y que en caso de tenerlos, no los debe demostrar o compartir. Pues esos son los que siento que se me están saliendo, “sin querer” y no me gusta, no quiero! Estoy llena de envidia, llena de rabia, me salen culebras y sapos de la boca a veces cuando hablo; estoy muy brava.
Hay quienes me dicen que es normal, la próxima semana se cumple un año desde que mi bebé murió y es normal que yo esté brava (otra vez!), pero a mí me asusta un poco quedarme así per saecula saeculorum, y es que me pongo demasiada presión a mí misma. De esto tampoco había caído en cuenta hasta que mi esposo me lo hizo ver.
Era el cumpleaños de mi abuelo y yo estaba teniendo un episodio grave de llanto desconsolado en el piso de la ducha, porque ahí es donde más duro me dan; salí del baño y, en piloto automático, empecé a arreglarme porque teníamos brunch familiar para celebrar el cumpleaños de Rica, mi abuelo adorado. Mi esposo, tratando de hacerme entrar en razón me hablaba y me decía que no teníamos que ir, que yo estaba en medio de una crisis y que tranquilamente podíamos decir que no iríamos y ya, que no era necesario que me exigiera tanto. Que siempre estaba poniendo a los demás, sus necesidades, actividades y/o sentimientos por encima de los míos y que no ponía límites y siempre me exigía demasiado, aun cuando hacía menos de un año, habíamos perdido a nuestra hija y era normal si a veces yo no tenía ánimos de hacer una u otra cosa (al final terminamos yendo al brunch y estuve como si nada – igual que siempre).
Entonces me puse a pensar que sí, que es verdad, a veces me exijo mucho y quiero cumplir con todo y con todos, dejando de pensar en mí y en el tamaño de herida que tengo en mi alma. Una herida que va a estar conmigo el resto de mi vida, que no se curará hasta que yo vuelva a estar con Aura, y una herida que tengo que cuidar para poder seguir adelante.
Quizás por eso también estoy brava, o más brava de lo normal. Ya he dicho antes que el duelo no es lineal y las etapas no se pasan en orden, y son muchas más etapas de las que “dicen los libros”; y uno va y viene y regresa y va de vuelta entre etapas, pero creo que el no cuidarme lo suficiente y exigirme tanto a mí misma, hace que a veces ladre y me ponga más brava de lo normal, cosa que no es justa ni conmigo ni con mi esposo y mi hija, que son quienes están conmigo todo el tiempo.
En una semana Aura cumple un año de haber llegado y haberse ido. La fugacidad de ese evento es algo que todavía no logro comprender, ni asimilar y me duele más que el primer día. Tengo el vaso super lleno, estoy muy emocional y con la sensibilidad a flor de piel. Necesito cuidarme y darme mi espacio, consentirme y tenerme paciencia, mucha paciencia. Esta no es una carrera de velocidad, sino de resistencia, porque va a durar toda mi vida y para poder soportarla, necesito estar bien y eso depende solo de mí y del cuidado y amor que yo misma me dé. Esto lo tengo que entender, y aprender a poner límites. A mi y a los demás.
Dame fuerzas mi Chuna Chuna.
Te extraño!
Con el alma,
Mami
Eso es lo que llamamos, vivir. No es un lecho de rosa esta vida que nos ha tocado, pero estamos vivos y ya eso es un milagro. Las penas nos fortalecen, aunque nos aturdan o amarguen. Tu niña estarà siempre contigo y si escuchas en silencio, podràs sentir un leve batir de alas. Es ella. No la entristezcas. Dios te la prestò por un rato. Ya hacia falta en el cielo. Sonrìe de nuevo. Eres importante para quienes te rodean. Un beso.
Me gustaMe gusta
Es tan duro q es imposible volver a ser la misma, aunque la gente nos vea igual.
Besitos al ciel.
Me gustaLe gusta a 2 personas